La sostenibilidad está de moda. De hecho, yo diría que “sostenible” ha sido una de las palabras más importantes del 2020, con muchas empresas ahora promocionando sus nuevas credenciales ecológicas y hablando del amor que tienen por el medio ambiente. Pero, ¿cómo distinguir entre las marcas comprometidas de verdad con ser sostenible de las que solo hacen marketing?
En general, existe un malentendido sobre lo que realmente significa ser sostenible. Si bien contextualmente simboliza un equilibrio entre las personas, el planeta y las ganancias, es muy fácil para las marcas caer en la trampa de enfocarse solo en un aspecto de esto. Por ejemplo, dejar de utilizar el plástico en su packaging, pero nunca tener en cuenta cómo sus clientes desechan los envases (o tratar de educarlos sobre este tema) o declararse una marca “sostenible” solo por el mero hecho de usar ingredientes naturales.
Tanto los consumidores como una gran parte de la comunidad científica creen que “natural” es sinónimo de “sostenible” cuando, lamentablemente, la verdad es todo lo contrario. Uno de los desafíos que enfrenta la industria de cosmética natural es la disponibilidad de los ingredientes utilizados. Imagínese si todos los fabricantes usaran el mismo ingrediente, ¿qué pasaría? La respuesta es muy simple … No habría suficiente para todos.
El alboroto que ha generado el aceite de palma en los últimos años ha ayudado a la gente a comprender mucho mejor la importancia de optar por recursos sostenibles y, gracias a esto, la sostenibilidad y el uso de materiales primas que realmente cumplen con los requisitos “verdes” son cada vez más una exigencia por parte del consumidor. Por ejemplo, es el problema reciente con la cera de Candelilla. Es una cera vegetal natural que proviene de un arbusto mexicano que se usa en muchas fórmulas de maquillaje. Sin embargo, según la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) esta planta está clasificada como especie en peligro de extinción. Es más, otro aspecto es el rendimiento que da. Esto es un factor crucial para que un ingrediente se considere sostenible de verdad, junto con el mantenimiento que requiere la planta y su tasa de crecimiento.
Aquí en Twelve siempre hemos dado prioridad a los ingredientes sostenibles, buscando aquellos que realmente se pueden clasificar como tal. Por ejemplo:
– Extracto de flor de malva: Una planta nitrófila, lo que significa que crece rápidamente en suelos ricos en nitrógeno (las actividades humanas aumentan la cantidad de nitrógeno que circula entre el mundo vivo y el suelo). En otras palabras, tolera ambientes contaminados (bordes de caminos).
– Extracto de hoja de Buddleja: Como planta colonizadora, también está relacionada con suelos contaminados. Lo encontrará en campos abandonados o al lado de las vías del tren, por ejemplo.
– Cera de grano spent: Un subproducto de la industria alimentaria que antes se tiraba a la basura y ahora se aprovecha en cosmética.
– Manteca de Cupuaçu: Una de las mantecas naturales de mayor rendimiento.
– Escualano: A pesar de provenir de una pequeña fracción del aceite de oliva, ¡cada olivo es capaz de absorber 5 toneladas de CO2 al año!
– Ácido hialurónico: Con los nuevos métodos bio-tecnológicos, ahora se produce de forma natural y en grandes cantidades.
De ahí que, quizá la próxima vez que una empresa le diga “sé verde”, pregúntele cómo lo hacen ellos y por qué. Hay que ir más allá de las palabras de moda y optar por marcas éticas que realmente creen en apostar por la sostenibilidad y la igualdad con transparencia e integridad. En mi opinión, estos son valores fundamentales claves para el bienestar de nuestro planeta y de las generaciones futuras.
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