Los consultores de tendencias auguran nueva gloria a las arcillas, esos barros cosméticos naturales, habitualmente utilizados como mascarilla facial, capaces de transformar la piel en segundos. Algunos aseguran que el detonante ha sido la popular corriente #multimasking que sacudió las redes sociales despertando una nueva pasión por este ingrediente polifacético.
Un manjar para el público joven debido a su textura lúdica, sus divertidos colores y su capacidad para abordar un buen número de problemas epidérmicos, como exceso de grasa, falta de luz o poros taponados en poco tiempo. El desarrollo de nuevas texturas transformantes y experiencias sensoriales, como limpiadores que pasan de gel a aceite, y de aceite a leche, o mascarillas que no se secan en la piel, ha contribuido a su florecimiento.
“Las arcillas son esas ‘raras avis’ en cosmética ya que no hay nada que se les resista”, acalara Pedro Catalá, fundador de Twelve Beauty. “Hay estudios que certifican su eficacia en tratamientos anticelulíticos, antiestrías, contra la caída del cabello, antiarrugas, exfoliantes e, incluso, hay casos donde ha mejorado eczemas, alergias, furúnculos, acné, puntos negros, quemaduras solares, etc.”.
Un ingrediente longevo convertido en tendencia
Tendencia sí, pero no novedad. El uso de arcillas se remonta a la prehistoria, donde ya se utilizaban con fines terapéuticos, para curar heridas, calmar irritaciones o como método de limpieza y belleza de la piel. Galeno, el médico y filósofo griego, pautaba terapias de barro como tratamiento medicinal. Incluso hoy, muchas tribus indígenas se siguen embadurnando rostro y cuerpo para protegerse de la radiación solar o mitigar imperfecciones o pigmentación irregular.
Los egipcios usaban una pasta jabonosa elaborada con ceniza y lodos del Nilo para embellecer su piel. Y en el Ayurveda, la ciencia de salud más antigua de India, el barro, arcilla (o tierra), tiene la capacidad de curar el cuerpo desde el interior y corregir cualquier desequilibrio ya que contiene una gran cantidad de minerales vitales que combaten las toxinas dañinas del cuerpo.
Su composición química: una fuente de virtudes
Cenizas volcánicas, barros provenientes de fuentes termales o arenas lavadas por el mar. Dependiendo de si provienen del mar o la tierra, su composición molecular puede contener cantidades variables de minerales como hierro, magnesio y otros cationes (iones con carga positiva) que les confieren innumerables propiedades terapéuticas.
Los iones de calcio activan las acuaporinas de la piel (canales hídricos) para equilibrar el contenido de agua y aumentar la retención de la misma y es clave para mantener el balance y la permeabilidad celular. El potasio ayuda a preservar el equilibrio hídrico de piel y células. El zinc, un oligoelemento esencial, repara y colabora en el desarrollo de nuevas células y ADN, actuando a nivel de la matriz extracelular (esencial en pieles acneicas y seborreicas). El sílice, el mineral de la belleza, participa en la formación de colágeno, repara y suaviza piel, cabello y uñas y minimiza arrugas y líneas de expresión.
O selenio, que protege contra el daño celular y preserva la elasticidad de los tejidos. Todas las arcillas tienen la propiedad de promover el intercambio iónico de minerales. Debido a su alta capacidad para atrapar grasa y toxinas, son excepcionales para limpiar en profundidad, detoxificar y contrarrestar los efectos nocivos de la contaminación.
Un arcoíris cargado de buenas virtudes
Blancas, verdes, violáceas, rosas, rojas y hasta negras. El abanico cromático de este ingrediente magistral es extenso, su matiz varía en función de su composición mineral y eso determina su acción cosmética. Uno de los habituales y quizás de los más conocidos: el caolín o arcilla blanca, con propiedades hidratantes, purificantes y calmantes además de prevenir impurezas que causan imperfecciones.
Tiene un potente efecto sebo-regulador siendo la alternativa perfecta para pieles con exceso de grasa o con impurezas, pero además favorece a las pieles secas, ya que mantiene la humedad del manto hidrolipídico, así como a maduras o apagadas debido a su efecto rejuvenecedor, remineralizante y calmante.
Charcoal Peace Calming Cleanser es un limpiador trifásico reparador que, además de caolín, está formulado con carbón activado de origen vegetal. Esta combinación exclusiva asegura una limpieza en profundidad para pieles congestionadas o con problemas, pero también para las pieles sensibles –prioridad de Twelve Beauty–, respetando su compleja idiosincrasia.
The London Mask también tiene presente al caolín en su nutritiva fórmula. Pero la proeza de esta mascarilla, uno de los productos más especiales de Twelve Beauty (siempre suele tener lista de espera por su artesanal y complejo modo de elaboración), es que soluciona uno de los inconvenientes de las arcillas: que cuando se secan en la piel, dejan una capa rígida y tirante que puede llegar a irritarla.
“Siempre he sido muy fan de las propiedades de las arcillas, pero no de la sensación de tirantez y sequedad que queda después. Eso es lo que impulsó la investigación que hay detrás de este producto”, explica Pedro Catalá. “Por ello, preparar la emulsión a mano, me permite ‘posicionar’ los ingredientes calmantes e hidratantes para que estén más en contacto con la piel. De este modo, aprovechamos los efectos purificantes y de mejora de tono que ofrecen las arcillas, pero sin sus temidos efectos secundarios”.
Y lo hace añadiendo escualano, con gran afinidad con la piel, ya que es uno de los componentes principales del sebo humano y la película hidrolipídica. Almidón de arroz, que deja una película protectora y suavizante. Además de Alantoína, flor de Malva y extracto de pepino que calman, refrescan e hidratan.
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